Vivir en el campo, vivir del campo, mostrar cómo es el campo, ser espontánea, irradiar frescura, alegría y una buena dosis de ingenuidad, divulgar sobre las labores de agrícolas y ganaderas y mostrar su importancia para proveer de alimentos a toda la población… Estas son solo algunas de las cualidades que Ana María Martos, mejor conocida como “Anita la Cortijera”, muestra a sus más de 200.000 seguidores a través de las redes sociales. Por cierto, por si alguien no se había dado cuenta aún, Anita es también mujer.
Por desgracia aún es necesario resaltar este último detalle, porque a las mujeres del medio rural les queda todavía mucho camino por recorrer para lograr que su trabajo sea visualizado y reconocido como merece. La labor de Ana María como “influencer”, mostrando sin tabúes que una mujer –una chica joven en su caso– es perfectamente capaz de llevar a cabo todo tipo de trabajos en una explotación agrícola, es todo un ejemplo.
Su relación con las redes sociales comenzó, como tantas otras cosas en la vida, por casualidad. Cuenta con su característico desparpajo, que un día conoció a un chico, pero que cuando se separaron no tenía forma de volver a contactar con él. Por eso decidió comenzar a subir vídeos a las redes para intentar conseguir que le llegaran noticias de ella y le mencionara sus vídeos. Y parece que la cosa ha funcionado porque, además de haber conseguido su objetivo inicial, ya son más de 100.000 usuarios de Facebook, 73.000 de TikTok y 66.000 de Instagram los que siguen las andanzas de esta joven andaluza.
Ana María es una chica trabajadora, una verdadera apasionada por el campo que espera poder trabajar y vivir siempre ligada al mundo rural. Sabe de las dificultades que ello entraña y también es plenamente consciente de la importancia de la educación a la hora de conseguir independencia y, por tanto, capacidad de elección. Por eso está estudiando Educación Social en Almería, unos estudios que compagina con un trabajo de camarera y, por supuesto, con las labores del campo. Mientras cursa sus estudios, se ha visto obligada a dejar su pueblo, Cantarranas, una pedanía de Baza (Granada), con no más de 40 vecinos, “aunque con las cabras seremos más de 200”, afirma dicharachera Ana María, cuya formación espera que le sirva en el futuro para ser de ayuda en su entorno. Y es que lo tiene muy claro: “La mujer cuanto más sabe, más libre es”.
Gracias a la repercusión de sus vídeos en las redes sociales, Ana María se ha convertido en un exponente de la vida en el campo y, más en concreto, de la vida de la mujer en el campo. En sus vídeos aparece realizando todo tipo de labores agrícolas, desde alimentar a las cabras, plantar hortalizas en el huerto, hacer semilleros, abonar o podar los olivos con la motosierra y hacer leña. La maquinaria no tiene ningún secreto para ella y es fácil verla a los mandos de su tractor Landini para múltiples tareas, como pasar cultivador entre los olivos, preparar el terreno en el huerto para sembrar con un rotocultivador o hacer paquetes de paja con la empacadora de pacas pequeñas. Siempre con la alegría vital de Ana María y al grito de “¡vamos mi gente!”.
Es innegable que sus vídeos contribuyen a dar visibilidad al trabajo de la mujer en el campo, dejando claro que puede estar al mismo nivel que el de un hombre. Una necesaria rotura de prejuicios que Ana María defiende señalando que “a las mujeres nos tienen que ver. Se creen que no podemos llevar un tractor y hacer lo mismo que los hombres en el campo, pero todo es cuestión de ponerle ganas e interés”.
Pero sus apariciones en redes sociales también son importantes para dar a conocer la realidad del día a día en una explotación y para que, según sus propias palabras, “en las ciudades sepan de dónde vienen los alimentos, que muchos creen que crecen en los supermercados”.
Conseguir que la mirada de la ciudad se vuelva hacia el campo y que ambos mundos dejen de darse la espalda es otro de los objetivos que Ana María persigue con sus publicaciones, pero es muy consiente de que para ello “es necesario que en los pueblos tengamos acceso a algo tan básico hoy en día como es internet. Sin una buena cobertura es imposible que muchos jóvenes consideren la posibilidad de quedarse a trabajar en el campo, con lo sacrificado que es”.
Compartir unos minutos con Ana María es tener la oportunidad de conocer a una persona auténtica, abierta y sincera. Sin quererlo –pero sin intentar evitarlo–, se ha convertido en un símbolo del poder de la mujer en el campo, una figura en la que muchos jóvenes, tanto hombres como mujeres, pueden verse reflejados y a los que puede ayudar a reivindicar la autenticidad de la vida en el entorno rural. También es una manera más de luchar contra la despoblación de las zonas rurales: tal y como indica Anita, “estoy muy feliz de que gracias a mis vídeos muchos jóvenes se hayan acercado al campo y se hayan animado a sembrar o plantar por primera vez”. Con estas y otras reflexiones dejamos que Ana María vuelva a subirse a lomos de su tractor Landini para retomar el trabajo en la explotación, dando muestras una vez más de su responsabilidad y tenacidad.